Tengo un mar
Sobre cómo podemos barajar y dar de nuevo. Reinventarnos. Reponernos. Repararnos.
Empieza y el año y seguramente también estuviste rondando por “lo cumplido” del año que se despide y por los objetivos del que va llegando. Yo si, aunque también estuve en una montaña rusa de emociones que me llevó a que este news tenga tres comienzos distintos. Hasta hoy, que finalmente verá la luz.
Desde las últimas entregas, vengo anunciando una mudanza que aún no se concretó. Por “h o por b”, eso modificó mis planes, y con ellos, algunas de mis expectativas. Así que algunos días estuve un poco entre enojada, frustrada y lamentándome.
La cuestión era que, sin mudanza, no existía el festejo de cumpleaños que había pensado. Como buena capricorniana, desde diciembre vengo planificando. Eso incluye compras que abarcan desde deco hasta sillas, vajilla, comida y bebida. Amo celebrar mis cumpleaños (los cumpleaños en general son mi debilidad) y además lo iba a hacer en casa nueva.
Sin embargo, como psicóloga que soy, creo en el poder de la catarsis, y así fue como, después de tanto berrinche, me armé de nuevo y organicé las cosas que tenía que organizar.
“Ordené mi desorden”, pensé en planes menos pretenciosos, bajé un poco la exigencia. Y al final, salió todo perfecto, mejor de lo que esperaba. Y eso me linkea con un cuento que leí hace un tiempo …
“Tengo un mar”
A raíz de lo que conté renglones más arriba, me acordé de un cuento de Alejandra Kamiya, de su libro “El sol mueve la sombra de las cosas quietas”.
Hay un partecita que es muy potente porque con pocas palabras condensa un montón. El sentido de lo simple, la alegría de lo pequeño, el aprender a ser felices con lo cotidiano. La copio:
“Mimi había llenado un balde con agua y se había metido dentro. De pie, con el agua por las rodillas, miró a su padre y gritó:
-Un mar, papá, tengo un mar.”
Eso me hizo acordar a cómo a veces las personas nos enredamos y complejizamos más de lo necesario. Sé que suena cliché, pero a veces el árbol nos tapa el bosque, nos quedamos con un pequeño recorte de la realidad, el recorte que resta, y nos olvidamos de todo lo que hay alrededor y suma y multiplica.
Te deseo que sepas apreciar el mar adentro de un balde. Seguramente hay días en que eso es más difícil, pero vale la pena recordar que contamos con recursos. Y quizás ahí está la magia: en que un balde puede cambiarte el día.
Volver al refugio
La visita de una amiga muy querida hizo que volviera a sentirme como "en casa" en términos de amistad. Compartir lo cotidiano, eso que teníamos a pocas cuadras de distancia, era algo que no hacíamos hace un tiempo. Me sentí feliz de saber que aunque la vida se trata de cambios, hay cosas que no cambian.
De ahí viene entonces la palabra que les voy a dejar hoy.
Palabras. “Gezellig”
Del neerlandés, abarca todas esas cosas que generan una reconfortante calidez en tu interior: la familia, las buenas conversaciones o los abrazos.
Frases
"Reír nos hizo invencibles. No como los que siempre ganan, sino como aquellos que no se rinden".
Frida Kahlo
Le atribuyen esta frase a Frida Kahlo. Y en la foto se la ve con Chavela Vargas. A eso le llamo complicidad.
Fotitos
Una foto también un poco cliché. Pero debo confesar que me shockeó enterarme que falleció alguien muy joven, con quien compartí tres horas de trabajo en noviembre. Desde entonces, trato de ser más consciente de si voy a elegir hacerme “mala sangre” o si voy a intentar buscar una solución a un problema. Sé que se suena fácil, y que todos los puntos de partida son distintos, pero también quiero creer que somos protagonistas de nuestras decisiones.
Take away. 🎟️
Me declaro fan de Leila Guerriero. Sus libros son mi manual de autoayuda. Hoy no será la excepción.
Cuidado - Teoría de la gravedad
Leo, hacia el final de Un hombre enamorado, la temible y fabulosa novela del noruego Karl Ove Knausgard, esta frase: “Mis rabias eran mezquinas, me enfadaba por detalles tontos, ¿a quién le importa quién fregó qué a la hora de mirar hacia atrás al resumir una vida? (...) ¿Cómo se podía echar a perder la vida enfadándose por el trabajo de la casa? ¿Cómo era eso posible?”. Sí. ¿Cómo es eso posible? Y, sin embargo, la pila de platos sucios, la pelea en torno a quién le toca hacer la compra, transforma nuestro corazón, alguna vez en llamas, en un pantano ciego. Y lo hace con una eficacia sibilina, más tóxica e irreversible que una catástrofe mayor. A veces, cuando camino por la calle y veo caras sumergidas en la indiferencia, en la resignación o el miedo, me digo: cuidado. Porque ¿cómo es que sucede? ¿Cuándo la fruición de la carne empieza a deslizarse, anestesiada, entre las páginas de un libro, los anteojos para la presbicia, el beso de las buenas noches? ¿Cuándo dejamos de reírnos como lobos? ¿En qué momento la prudencia empieza a ser más importante que todo lo demás, el crédito hipotecario que todo lo demás, la compra en el supermercado que todo lo demás? ¿Cómo, en qué momento los domingos de almuerzo con los suegros reemplazan para siempre el desayuno a las cuatro de la tarde, el amasijo, los tiernos bordes de la noche licuándose en un amanecer de pájaros ardientes? ¿Dónde está aquel sueño imposible, tan enloquecido: a qué pila de escombros hay que ir a buscar? Cada vez que veo en las caras la prudencia, la resignación, el miedo, me digo: cuidado. Me miro la sangre y los tendones. Me entreno para estar despierta. Dicen: “Les sucede a todos: el tiempo pasa”. Me dirán loca. Yo siempre estaré buscando, bajo los adoquines, la arena de la playa.
Así es: siempre voy a estar viendo qué invento para salirme con la mía. Para no dejarme frustrar por piedras en el camino, algunas de las cuales las tiro yo misma. Eso me enseñaron. Así crecí.
Musiquita. 🎶
Antes de morirme - C Tangana. Cada vez que escucho esta canción ( y C. Tangana en general), siento un hype.
“Antes de morir quiero el cielo
El ciento por ciento
Antes de morir quiero el cielo
El ciento por ciento, por cierto”.
Me despido. Un saludo desde acá. En cierto modo, me alegra saber que estás del otro lado. Que somos muchas personas las que creemos que compartir los que nos pasa nos hace sentir más humanos, más cerca, más conectados, más atentos, más en pausa, menos en la vorágine, menos en el ¡qué me importa!.