“¿Cuántos dolores de tripa esconden los miedos de la infancia? Un grito de auxilio ante unos sentimientos a los que aún no podemos dar nombre. Pero que crezcamos no quiere decir que dominemos el lenguaje. A hablar se aprende un poco cada día. Pero también, de alguna forma, cada golpe se nos lleva alguna palabra. Cuando estaba sentada en el lecho de muerte de mi padre, con su mano en mi mano, escuchando los estertores que me decían que se iba para siempre, a duras penas pude farfullar un te quiero mucho. Yo, que siempre me he distinguido por mi locuacidad, capacidad de síntesis …”
Este es un extracto de un libro que terminé hace unos días: “La historia de los vertebrados” de Mar Garcia Puig. Lo tenía anotado en mi listita de “quiero”, pero no lo conseguí en Argentina, así que aproveché esa corta parada en Madrid y fui directo a buscarlo.
Un libro que hubiese leído de un tirón, pero que hice durar unas semanas porque me pareció tremendo: de lindo, de fuerte, de sincero, de vulnerable.
Esta es parte de la reseña que se lee en contratapa: «El 20 de diciembre de 2015 me convertí en madre y enloquecí. [...] Ese mismo día, España votaba en las primeras elecciones en las que participaba un nuevo partido [...], y la esperanza del cambio planeaba sobre la jornada. Al anochecer, cuando yo contaba contracciones en la sala de dilataciones, el país contaba escaños. Y ambas cuentas confluyeron en una nueva vida para mí, porque uno de esos escaños iba a ser mío. El mismo día del nacimiento de mis hijos, me convertí en diputada del Congreso».
¿Madre, mujer y política? No parece ser una ecuación que vaya a pasar desapercibida. Tristemente, en el mundo en el que estamos, parece ser una ecuación de riesgo, y Garcia Puig lo cuenta muy bien.
Voy a dejar algunos “llamadores” para destacar porqué el libro es imperdible y definitivamente es un 10 estrellas más abajo. Pero antes, quiero traerla a mi propio camino.
Justo esta vez la elección de la cita es casual y no está directamente relacionada con perder a mi papi hace poco. Más bien tiene que ver con todas esas veces en que no pude encontrar las palabras acertadas para decir, para negar, para expresar. A veces porque la emoción es tanta, mucha, que simplemente esas palabras son pensamientos a mil por hora, que se quedan un poco atascados en la garganta y salen en formato grito histérico (mi favorito es “me muerooooo”), catarata de lágrimas, gestos de aproximación (entiéndase beso, abrazo, etc.), una risa torpe y ruidosa. Qué genial que este “catálogo de reemplazos” sea tan bipolar y fiel: está ahí a mano, para acompañarnos en las buenas y en las malas.
Qué intensos que pueden ser esos gestos que nos quedamos ahí como en suspensión, diciendo todo y no diciendo nada al mismo tiempo.
Me acuerdo la vez que me llamaron por teléfono para decirme que les había interesado mucho una propuesta y que me concedían una beca. Venía trabajando hacia un tiempo en marketing de contenidos con México y se me daba la posibilidad de ir a conocer ese país tan admirado desde lejos. Corté, la llamé a mi mamá y solo le pude decir “mamiiii”, mientras lloraba a los gritos. Claro que mi mamá pensó en 1.823 catástrofes en simultáneo hasta que le pude explicar y me dijo “amooooooooooor, te felicito”. Con todas esas “ooooo” alargadas, supongo que para procesar el susto, la felicidad, las ganas de matarme por mi exageración. Llorar= alegría.
Me quedé sin palabras cuando me despedí de mi familia los últimos días de febrero. Les dije “bueno bueno, rapidito, que no quiero llorar, quiero que nos acordemos de anoche”, todos juntos, sonriendo, celebrando. Me di vueltas y la vi a mi hermana -“la fuerte”- lagrimear. Mis neuronas espejo hicieron lo propio y empecé a lagrimear también. No solo había distancia en esa despedida: implícitamente, la mayor y la menor sabíamos que las cosas podían cambiar en esa separación espacio-temporal. Así con lágrimas, nos asomamos al vértigo. Lágrimas= tristeza, angustia, alegría, apoyo.
Una vez llegó Ramón, un peluche celeste, para acompañar un momento muy triste y decir “no tengo palabras, pero tengo un peluche peludito, abrazable y suavecito”. Peluche= tacto, abrazo, gesto.
Otra buena noticia llegó por mail , una mañana de frío y me senté en la cama y dije “puchiii, me contestaron de…” y le pasé el celular para que lea. Ahí nos quedamos abrazados un rato, entre festejando y corriendo a la par de una maratón de pensamientos de todo lo que se podía venir si se daba esa posibilidad. ¡Y después se dio, y claro que también hubo lágrimas y más abrazos! Lágrimas= alegría, incerteza, apoyo.
En fin … Que nos falten las palabras o no. A los que somos locuaces y a los que no lo somos tanto. Pero que no nos falten los gestos, las tortas, los abrazos, los peluches, los besos, los tragos, las canciones que intercambiamos para decir “me acuerdo de vos y me encantaría que estés acá”, la lloradita y a seguir ..
Musiquita 🎧
Modo romántico on - ¿temporada cáncer?
Solo tienes que avisar - de Dani Fernández
Que me muero por cantarte
Y perderme en los detalles
Que no quiero ser cobarde
Y si hay algo que no encaje
Solo tienes que avisar
Lo que viene es tan inmenso
Que ojalá que no te falle
Esas nubes no se mueven
Pero haremos que nos bailen
Quiero verte observar
Con la mirada llena de curiosidad
Vas a ser mucho más
Take away 🎟️
Aquí 5 guiños del libro que me encantaron:
1- La historia la va tejiendo con distintos recursos: los de su tiempo presente junto con recursos de la mitología griega y con un recorrido por la salud mental, y todos los constructos e historias vinculadas a la entonces llamada “locura puerperal”.
2- Doble referencia geográfica que me llegó al cuore: una mención a Eslovenia, en la frontera con Italia -más casualidad imposible-. Hay una referencia a Argentina, a través de las Madres de Plaza de Mayo.
3- Feminismo presente y el cuidado como una ética y no como una obligación ni una inclinación “natural” de las mujeres.
4- Los lugares “de la locura individual”: esos donde solo una misma sabe el nivel de sufrimiento vivido. García Puig dice “los lavabos del Congreso, ese banco a una travesía de mi casa, la unidad de maternidad, las habitaciones de hotel”.
5- Y por último, y quizás sea tema de otro nius, cómo por protegernos de “nuestros miedos”, de los peligros, terminamos por perdernos y limitarnos. La frase decía así “Hubo uno que se asustó tanto al ver a un cocodrilo, que quedó convencido de que había perdido un brazo y una pierna y actuaba como si no los tuviera. Se salvó del cocodrilo, pero no de sí mismo”.
¡Hola! Espero que estés bien. Palabras hoy sobran, pero hay días que no. ¡Qué vivan los gestos puente! Un beso grande ♥